La que no fue invitada a veces llega, se instala en vos i en mi, como si fuera parte de nosotros, cambia de lugar los sentimientos, baja las persianas del corazón i lo oscurece, inventa nuestro llanto. No la invitamos
nunca, pero viene.
Le cerramos las puertas, pero lo mismo entra. Le tapiamos los cercos, pero lo mismo pasa. Cerramos los ojos, pero ella maneja nuestras lágrimas. Para desorientarnos, cambia constantemente de
disfraz: a veces se viste de recuerdo i otras de soledad. Ahora, por ejemplo, ella no fue invitada pero llega, no le presto atención pero comienza a desgastar la luz, la fe, la risa. Es una
intrusa, una enemiga inquieta. ¿Cómo se llama? Un nombre gris:
tristeza.